El síndrome del impostor

¿Alguna vez has sentido que, a pesar de tus logros, no eres suficiente? Esa voz que te susurra que todavía podrías hacerlo mejor, que deberías saber más, que quizás no mereces estar donde estás. Eso que llamamos síndrome del impostor.

Lo curioso es que, en muchos casos, aparece precisamente porque eres bueno en lo que haces.
Si no lo fueras, cualquier logro –por pequeño que sea– ya bastaría para inflar tu ego. Pero cuando tienes conciencia de lo que aún no dominas y observas a otros brillar, aparece esa sensación de novato permanente.

Cuando el miedo te paraliza

El problema no es sentir que puedes mejorar. El problema es cuando esa percepción se convierte en miedo:

  • Miedo a exponerte y quedar en evidencia.

  • Miedo a equivocarte y ser juzgado.

  • Miedo a no estar a la altura y perder credibilidad.

Ese miedo puede retraerte y hacerte invisible en espacios donde podrías brillar. O puede llevarte a actuar desde la inseguridad, lo que paradójicamente reduce tu impacto. Así, terminas limitando tu potencial no por falta de capacidad, sino por exceso de autocrítica.

¿De dónde viene el síndrome del impostor?

La psicóloga Valerie Young, referente en este tema, explica que el impostor surge de patrones de pensamiento negativos adquiridos en la infancia, reforzados por la cultura y los entornos competitivos. Estos patrones alimentan la creencia de que “nunca es suficiente”, incluso ante evidencias claras de éxito.

Entre las causas más frecuentes encontramos:

  • Mensajes en la infancia: crecer bajo expectativas muy altas, ser comparado con otros o recibir elogios solo por los resultados (“qué inteligente eres” en lugar de “te has esforzado mucho”).

  • Entornos competitivos: trabajar en sectores donde el éxito se mide de forma pública y los errores parecen imperdonables.

  • Factores culturales y sociales: pertenecer a grupos donde los estereotipos de género, edad o clase social pesan más, generando presión extra para demostrar valor.

La autora, en su obra The Secret Thoughts of Successful Women (2011), describe cómo estos patrones llevan a profesionales competentes a atribuir sus logros a la suerte o al esfuerzo desmedido, en lugar de reconocer sus verdaderas capacidades.

Más recientemente, la psicóloga británica Sandi Mann ha descrito el síndrome del impostor como una auténtica epidemia silenciosa de la era moderna. Según ella, no se limita a personas brillantes en ámbitos de élite –como se pensó en un inicio–, sino que atraviesa profesiones, edades y contextos.

La comparación constante en redes sociales, los entornos laborales hipercompetitivos y la cultura del rendimiento hacen que cada vez más personas vivan con la sensación de “estar engañando” a los demás.

Quizás te sientas identificado/a con alguna de estas escenas:

  • Un directivo que, al recibir un ascenso, piensa en silencio: “si supieran que en realidad no tengo todo bajo control…”.

  • Una emprendedora que, tras firmar un contrato importante, se convence de que fue solo por “suerte” o por “caer simpática”, no por su preparación.

  • Un coach o terapeuta que posterga su práctica profesional porque siente que todavía le falta “otro curso” o “otro máster” antes de estar a la altura.

  • Una persona que empieza a practicar un hobby creativo –como escribir, pintar o tocar un instrumento– y, al compararse con otros, concluye: “no tengo talento, no debería ni intentarlo”, abandonando antes de descubrir su voz o estilo propio.

  • Alguien en una relación afectiva que recibe cariño y admiración, pero internamente se repite: “si me conocieran de verdad, verían que no merezco este amor”

Estos ejemplos reflejan cómo el síndrome del impostor trasciende lo profesional y toca dimensiones íntimas de la vida: familia, estudios, creatividad, vínculos y compromiso social.
Y aquí encaja muy bien la aportación de Sandi Mann: no se trata solo de altos cargos o éxitos profesionales, sino de una sensación mucho más extendida, que puede paralizar o hacernos retroceder incluso en momentos que deberían ser de plenitud.

La clave no está en intentar borrar esa inseguridad, sino en normalizarla y seguir actuando pese a ella. Recuerda:

La confianza no aparece antes de dar el paso, sino después.

Los 5 tipos de impostores

El fenómeno no se manifiesta igual en todos; existen estilos de impostor diferentes. Hay cinco formas típicas en las que aparece:

  1. El (o la) Perfeccionista

    Se obsesiona con el cómo.

    Si algo no es impecable, lo percibe como fracaso.

    Vive el error como prueba de incompetencia.

  2. El (o la) Experto/a

    Siempre siente que “no sabe lo suficiente”.

    Busca más cursos, certificaciones y preparación antes de actuar.

    Tiende a postergar o a no lanzarse nunca porque “todavía falta”.

  3. El Genio Natural

    Cree que todo debe salirle fácil y rápido.

    Cuando tiene que esforzarse demasiado, interpreta que “no es para él/ella”.

  4. El o la Solista

    Rechaza pedir ayuda porque lo ve como signo de debilidad.

    Necesita hacerlo todo por sí mismo para sentirse válido.

  5. El Superhéroe / La Superheroína

    Quiere destacar en todos los roles: trabajo, familia, vida social.

    Vive en sobreesfuerzo constante.

    Si no puede con todo, siente que ha fallado.

Reconocer en cuál de estos patrones caemos nos ayuda a entender cómo opera nuestro impostor y a ponerle nombre a esa voz.

El impostor y los saboteadores internos

Desde la perspectiva de la Inteligencia Positiva, el síndrome del impostor está muy ligado a nuestras tendencias de autosabotaje. A esos patrones de pensamientos negativos que pueden adoptar distintas formas, se les llama también “saboteadores”.

Lo importante es entender que estos patrones de pensamiento no son permanentes; pueden revertirse o minimizarse entrenando la mente con Inteligencia Positiva. Al entrenar unos músculos mentales concretos, aprendes a identificar cuándo actúas desde un saboteador y cuándo desde tu sabiduría interior. Y también puedes aprender a gestionar esas voces internas para que vayan perdiendo fuerza o impacto en tu sistema interno.

El giro del coaching: transformar la relación con esa voz

En coaching no buscamos eliminar al impostor, porque su raíz es noble. Tiene una intención positiva: invitarte a crecer.
Lo que sí hacemos es ayudarte a cambiar la relación con esa voz. A reconocer que no es verdad absoluta, sino solo un diálogo interno teñido de miedo. Te acompañamos a que reconozcas que esa voz no eres tú, solo una parte tuya que se asoma —especialmente— cuando estás acercándote a los límites de tu zona de confort.

Cuando entrenas tu mente con Inteligencia Positiva, fortaleces tu capacidad de responder desde tu sabiduría interior, desde esa otra voz interna que está movida por miedos. Y así puedes cambiar la narrativa interna de mandera que te empodere mucho más:

  • Ya no eres un fraude por no saberlo todo, eres un profesional en evolución.

  • Ya no necesitas la perfección, basta con aportar valor.

  • Ya no te defines por tus miedos, sino por tu capacidad de aprender y contribuir.

Del freno al impulso

El síndrome del impostor, visto así, deja de ser un freno y se convierte en una brújula: te señala que estás en territorio de crecimiento. Y el reto no es callar esa voz, sino darle un nuevo significado.

En lugar de retraerte, úsala como combustible para avanzar con más autenticidad y confianza.

👉 ¿Y tú? ¿Reconoces en ti al Perfeccionista, al Experto, al Solista, al Genio Natural o al Superhéroe?

La próxima vez que aparezca tu impostor, recuerda: no está ahí para detenerte, sino para recordarte que sigues creciendo.

Siguiente
Siguiente

Un cambio de mirada lo cambia todo.